Mente sana in corpore sano by Rafa Solis

Normalmente, a finales de año, nos planteamos comenzar a hacer deporte entre otros muchos propósitos. Parece que poner el contador a cero, es motivo para rectificar lo no realizado en el año que finaliza. Ir al gimnasio, o lo que todavía es más económico, comprar unas zapatillas y realizar running, parece que es suficiente para poder comenzar. Esa será una de las ocasiones que nuestro centro de control, la cabeza, domina la situación, diseñando el qué, el cómo y el cuándo de este propósito. Unos kilos de más, recomendaciones del médico (tal vez de nuestra pareja), o simplemente darnos cuentas que necesitamos más activación, desequilibran ese momento sin excusas y hacen que el año nuevo se convierta en una vida nueva. Hasta ese momento de convencimiento, nuestro cuerpo intento por todos los medios que no le sacáramos de la zona de confort, de la rutina. ¡Qué bien se está en el sofá tumbado o tomando algo después del trabajo! pensamos.

Arrancamos, y como en una competición lo hacemos con ilusión y ganas, teniendo en cuenta que la meta es más que suficiente como para relegar a un segundo plano a otros placeres de la vida como llegar pronto a casa, no madrugar, o simplemente tomarnos esa cervecita sin necesidad de haber quemado antes energía.

Pero tarde o temprano, comienzan las dudas. “Ya he perdido suficiente» o » Hoy ando un poco cansado, trabajé mucho. Mañana entrenaré un poco más hoy no voy» o  «Hoy tengo excusa. He quedado y no me dará tiempo de todo»  o….Mil y un mensajes en otras tantos formatos para quebrar y volver al estado de confort. Esas dudas nos las genera nuestro propio cuerpo y son justificaciones hasta que encontramos la que desequilibra la balanza.

En la competición es similar. Desde antes de escuchar la frase de «on your mark», nos vemos con otros competidores y ante la pregunta ¿Qué tal?¿cómo estás? siempre está la excusa habitual «uff!! No muy bien! algo resfriado” o «No entrené bien está semana» …Nuestro cuerpo nos está preparando para poder justificar cualquier mala carrera, pero sobre todo para poder inclinar la balanza a su favor cuando la cosa se ponga sería, empleará todo lo que se le ocurra para detener el sufrimiento y regresar a un estado más confortable. Una vez el sonido de la bocina da por arrancada la competición y en pleno esfuerzo recibimos esos mensajes por miles «frena un poco que luego le recuperarás y les alcanzas» o «Detén el ritmo que el dolor de rodilla de aquella lesión de cuando era crio, parece que se me acaba de despertar»  o una muy extendida cuando el límite es brutal y largo cuando no eres profesional “Qué demonios hago yo aquí”. Son mensajes que después nos podemos arrepentir el haberlos escuchado, porque siempre, siempre, se puede un poco más.

Debemos estar preparados y entrenados en nuestra cabeza, al igual que con nuestro corazón y resto de músculos para la competición, para no claudicar a los incesables mensajes que recibimos. Pensar la respuesta, llevarlas preparadas y responder con rotundidad que debemos seguir, se le denomina saber sufrir. Cuanta más respuesta tengamos más sufriremos y más lejos llegaremos.

En mi modesta opinión y basándome en que un deportista es mitad cuerpo y mitad cerebro, trabajamos poco esa faceta tan importante y que ante la célebre frase de ¿Dónde está nuestro limite? Si lo entrenamos, descubriremos que ese límite cada vez está más y más lejos. Cuanto más inflexible tengamos nuestra mente, más alcanzable será nuestro objetivo.

Por tanto, pensemos que no hay mensaje de nuestro cuerpo para detenernos  sin respuesta de nuestra mente para seguir, pues más tarde o más temprano aparecerá. No te dejes las zapatillas en casa y si lo haces, saca el tiempo para ir a buscarlas, pero que no cese el esfuerzo de ir a correr, para que la constancia y perseverancia, hagan “el milagro” de alcanzar nuestro objetivo y sea real. Sin arrepentimiento. El agradecimiento al esfuerzo, siempre llega.

Rafa Solis

Campeón del mundo de triatlón de invierno

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