DIARIO DE UN LESIONADO ENAMORADO

No han sido pocas las veces que me han preguntado a lo largo de estos últimos tres años más exitosos de mi carrera deportiva cómo he seguido adelante en los momentos difíciles. Por suerte, hasta hace escasamente un mes, mis respuestas se basaban en tópicos, ya que en todo este tiempo de éxitos, no había pasado por ningún bache demasiado importante como para que me viniera abajo.

Sin embargo, hay una cosa muy desagradable que forma parte del deporte y de la que muy pocos, o ningún deportista, puede escapar a lo largo de su trayectoria deportiva: las lesiones. Y me tocó: tras tres años al máximo nivel sin ningún percance, llegó la lesión.

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Un día más de entrenamiento, tras una de las mejores carreras de mi vida en el Cross de Alcobendas el 29 de noviembre de 2015 en el que conseguí ser primer español absoluto, me levanté con un dolor algo más molesto de lo normal en la región inferior interna de la tibia izquierda. Es una zona muy dolorosa que ya me había traído algún problemilla anteriormente, pero  que se había solucionado con sesiones de descarga manual,  punción seca y otras técnicas de manos de Carlos y el equipo de Clínica Podium. Es por ello por lo que en un primer momento no le di demasiada importancia e intenté seguir con mis entrenamientos con normalidad, ya que, además, sólo faltaban dos semanas escasas para el gran objetivo de la temporada de invierno para el que llevaba preparándome varios meses de duros entrenos: el Campeonato de Europa de Cross.

La molestia fue yendo a más durante esas dos semanas, pero como se acercaba el gran objetivo, las cargas de entrenamiento eran menores y gracias a ello pude aguantar, no sin ciertas dificultades. De este modo, conseguí  mi objetivo logrando la medalla de plata individual y el oro por equipos en el Campeonato de Europa. Había sido una carrera perfecta, tanto para mí como para toda la selección española. Será un día que jamás olvidaré, todo esfuerzo había merecido la pena.

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Tras este Campeonato, la molestia o el dolor (todo depende de cómo se mire) parecía que había ido a menos y que iba a acabar remitiendo. Además, el gran objetivo ya había pasado y, por lo tanto, los volúmenes de entrenamiento y de kilometraje iban a disminuir, lo que iba a ayudar, en principio, a que esas molestias quedaran en un susto. Esas próximas semanas, siguieron según lo previsto, con poco entrenamiento (lo justo para mantener la forma), pero eso sí, bastantes competiciones. Desde el 13 de diciembre que había sido el Campeonato de Europa, hasta el 9 de enero donde competí por última vez, corrí: el Cross de Venta de Baños, la San Silvestre de Madeira, la San Silvestre de Zaragoza y el Cross de Edimburgo representando a Europa.

Cuatro competiciones en menos de un mes en las que conseguí grandes resultados, pero que visto lo visto no hicieron nada más que empeorar las cosas. Fue entonces, tras el Cross de Edimburgo el 9 de enero de 2016 cuando decidí, junto con mí entrenador José Luis Mareca y mi entorno más cercano, que había que acudir a un médico para realizar pruebas que valoraran las molestias que llevaba arrastrando más de un mes y que ya me impedían claramente llevar una zancada normal.

Sin embargo, me realizaron una resonancia magnética de la pierna izquierda en la zona que me dolía, y el resultado fue simplemente la aparición de una ligera afectación del tendón del sóleo izquierdo que quizás me podía estar provocando un dolor referido en la región tibial más superficial. A mí personalmente, me llamó la atención que no apareciera ningún hallazgo en la zona tibial en concreto, ya que el dolor al tacto era terrible y la inflamación era evidente.

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De hecho, la principal sospecha diagnóstica era de periostitis desde un principio, pero esta no quedo reflejada en la prueba de imagen. El médico me dijo que a pesar de no haber quedado reflejada en la imagen, seguía siendo posible que hubiera afectación del periostio tibial, ya que esta región es una zona muy dolorosa y la lesión podía ser muy pequeña  y no poder apreciarse en la resonancia, por lo que la periostitis tampoco quedó descartada.

De este modo, descansé unos cuatro o cinco días descargando bien la región del sóleo de nuevo en Podium e iniciando tratamiento rehabilitador en el hospital frente a la posible periostitis, y retomé los entrenamientos, compaginando algunos entrenos en la AlterG de Podium. En un primer momento, la molestia parecía haber remitido, pero ésta sensación duró pocos días: enseguida volvieron los dolores. Sin embargo, del mismo modo que anteriormente, eran unas molestias que me permitían correr, por lo que decidí no darle demasiada importancia de nuevo y seguir entrenando.

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Seguí, seguí, seguí y seguí… En ningún momento pude entrenar con normalidad: sólo podía realizar una sesión al día y no demasiados kilómetros porque sino el dolor era insoportable, la pisada no la podía realizar con normalidad porque cada vez que apoyaba el pie izquierdo veía las estrellas… Aun así, también continué compitiendo corriendo el Cross de Huesca, el Campeonato de Aragón de Cross y el 3000 del Memorial Boix en el “Huevo”, consiguiendo unos resultados buenos en relación con los entrenamientos que estaba realizando.

Y entonces, llegó un punto a mediados de febrero en el que yo sabía que iba a tener que parar, porque el dolor, al no dejarme llevar una pisada normal, me estaba empezando a cargar varias zonas de la pierna que podrían acabar trayéndome problemas más serios.

Además, me temía que iba a ser bastante tiempo y que iba a ser bastante difícil llegar al Campeonato de España de Cross que era a mediados de marzo en un buen estado de forma (Campeonato que era el segundo gran objetivo de la temporada de invierno junto al Campeonato de Europa, y que encima se celebraba en nuestra tierra, en Calatayud, en Aragón).

Pero antes de decidir parar, para recuperarme definitivamente de las molestias, yo sentía que tenía que hacer algo para que todas esas semanas de entrenamiento con dolores hubieran merecido la pena;  y dada la cercanía del Campeonato de España Promesa en Pista Cubierta (se celebraba el 20-21 de febrero), decidí forzar unos días más y competir en el 1500. Y así lo hice, competí y luché hasta el final consiguiendo una difícil medalla de bronce en una carrera muy disputada.

Pero, como ya he dicho: forcé. En los propios calentamientos de la semifinal y de la final del Campeonato apenas podía correr. Empezaba cojeando y hasta que no me ponía los clavos de competición y la adrenalina inundaba mi cuerpo el dolor no desaparecía.

Estaba claro que ya no había otra solución: había que parar definitivamente. Y así lo hice. Fue entonces cuando comenzó lo difícil. Hasta ese momento sólo había parado algún que otro día para recuperar fuerzas, pero este parón iba a ser largo. Iba a dejar de hacer un deporte que organizaba toda mi vida y que llevaba practicando años sin descansar apenas más de una semana seguida. Quizás penséis que estoy exagerando, pero cuando dedicas tanto tiempo y tanto esfuerzo a un deporte y de repente no puedes practicarlo, todo se viene abajo.

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En situaciones normales, entreno de siete a nueve sesiones de entrenamiento a la semana que ocupan de una a dos horas cada una dependiendo de la sesión. Intento compaginar mis estudios de medicina de tal forma que en el mejor momento del día, junto a mis compañeros de entreno, pueda realizar la sesión de entrenamiento que me corresponde. Pero si el entrenamiento sólo me sirviera para mejorar marcas, para llegar a ser un gran atleta, tampoco habría mucho problema, es más, podría centrarme en mis estudios durante un tiempo para luego retomar los entrenamientos con más fuerza física y psicológicamente. El problema viene cuando te das cuenta de que necesitas correr, necesitas correr para sentirte bien, para desconectar de la rutina de la universidad, para dormir bien, es decir, en definitiva necesitas correr para vivir.

Este último mes ha sido y está siendo muy difícil. Cada lunes he intentado volver a entrenar y frustradamente he tenido que volver a renunciar a lo que más me gusta semana tras semana porque el dolor no había remitido. Diariamente me he echado en cara que debía haber dejado de entrenar antes para que sólo hubiera quedado en un susto, pero sé que es algo que aprenderé para próximas ocasiones. Además, cualquier persona que esté acostumbrada a correr sabe que los atletas tenemos molestias día sí, día también, por lo que a veces es difícil discernir.  Por fin, parece que en estas dos últimas semanas en las que he entrenado cinco y seis días respectivamente las cosas están mejorando, pero no me atrevo a cantar victoria porque nunca se sabe con las benditas lesiones.

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Quizás haya pasado alguno de los peores meses de mi vida como atleta y, por lo tanto, como persona, pero desde luego, yo creo que ahora seré capaz de responder a la pregunta con la que empezaba a escribir de en qué me apoyaba en los momentos difíciles para seguir adelante. Sin duda responderé que cuando estuve lesionado, me di cuenta de que para mí el atletismo no era sólo un deporte, era algo que necesitaba hacer para ser feliz, y que, en las buenas y en las malas (una mala competición, una lesión,…) estaba luchando por lo que quería hacer, por practicar un deporte, el atletismo, del que estaba enamorado. Puede que, al igual que antes, esté respondiendo con un tópico, pero desde luego lo diré con la sinceridad de una persona que ha vivido una situación difícil como es una lesión. Por suerte, he podido y estoy rodeado de gente que me quiere y que en todos estos momentos de dificultad me han apoyado y que, incluso, en algún que otro momento han tenido que aguantar que les hiciera responsables de todo lo que me estaba pasando. Por todo ello, estoy agradecido de tenerlos a mi lado y espero que siga siendo así.

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